Hoy, muchos en Mishawaka se unieron para honrar y recordar a Mary Lou Wood, una mujer extraordinaria, una orgullosa líder ciudadana de Mishawaka que no solo marcó una diferencia en su comunidad, sino que hizo de Mishawaka un lugar mejor y también tocó muchas vidas. Durante 95 años, vivió con gracia, fortaleza y un espíritu contagioso que hizo que todos a su alrededor se sintieran especiales. A menudo llamaba a los desafíos de la vida "hipo", una palabra simple que reflejaba su increíble capacidad para manejar la adversidad con calma y aplomo.
Mary Lou no era solo la esposa de Marvin Wood, era su compañera, su compañera de equipo en la vida. Marvin, como sabemos, fue un hombre de grandes logros, desde su legendaria labor como entrenador del Milan Miracle, el campeonato estatal de baloncesto de Milán de 1954, hasta su dedicación como concejal de la ciudad de Mishawaka y sus años de servicio como entrenador, profesor y consejero. Pero detrás de cada gran hombre suele haber una mujer aún más grande, y Mary Lou era eso, y mucho más. No era alguien que se contentara con permanecer en las sombras. Tenía una luz que brillaba con fuerza por derecho propio.
Mary Lou fue una líder activa y querida en nuestra comunidad y en su amada Primera Iglesia Metodista Unida. Su corazón estaba lleno de amor por Mishawaka y se entregó por completo al servicio de los demás, dando su tiempo y energía donde fuera necesario. Hizo que las personas fueran mejores, animándolas y mostrándoles cómo es la verdadera bondad y la gracia. Las palabras por las que era muy conocida son un estribillo que resuena en su vida: “Es bueno ser importante, pero es más importante ser amable”.
Para mí, Mary Lou y Marvin eran como una familia. Tuve el privilegio de ocupar el lugar de Marvin en el Ayuntamiento después de su fallecimiento, pero fue Mary Lou quien me inspiró. Su fortaleza silenciosa y su aliento sin límites siempre estuvieron ahí, recordándome que debía seguir esforzándome por ser mejor y por servir a nuestra comunidad con el mismo corazón que ella.
El legado de Mary Lou es de amor, servicio y compromiso inquebrantable con su familia, su comunidad y su fe. Vivió una vida plena y todos somos mejores por haberla conocido. La extrañaremos mucho, pero su espíritu permanecerá con nosotros para siempre.